EL ARTE DE PENSAR
¿Qué escritor osaría
apropiarse el verso de VOLTAIRE en El Pobre Diablo, y decir de su lector: (Me
ha escogido para ayudarle a pensar). Sin embargo, es un hecho que hay millones de
hombres y mujeres ansiosos de aprender a pensar, hasta el punto de que otros
hombres y mujeres, aun a riesgo de parecer pedantes, se ofrecen a enseñarles
ese arte.
Para ello no se necesita
ser un genio.
Rara vez se ha visto que
los genios saquen buenos discípulos en arte alguno. Es preferible que el
maestro del Arte de Pensar no sea una persona que desconozca sus dificultades, e
incluso vale más que sus propios pensamientos no resulten tan brillantes que
desconcierten al discípulo. Un médico enclenque no da una prueba de salud como
cualquier leñador robusto, sino tan sólo el ejemplo de un capitalino acumulado con
inteligencia. Así, su comprensión imparcial de la salud y sus apreciaciones
higiénicas parecen más útiles y hacen que a menudo se le prefiera.
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